lunes, 5 de diciembre de 2011

El vestido blanco

Mi mañana:
un azul perverso en la mano de la caricia
la misma mano trae como a través de un millón de retrovisores
el brillo redondo de la oblea

masticación o pronunciación
y lo cierto son los ojos en la pendiente del dorso de la mano
sujetando las puntas del vestido
para cruzar sin mancharse
para revelar

y los latigazos en la lengua pero qué
importa

la soledad es inmortal

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