lunes, 13 de agosto de 2012

Minuciosa ajenidad



”Escuchar sangre. ¿Dónde? ¿En la fístula azul o en las arterias ciegas? Allí el hierro silba, o arde, quizá: no somos más que miserable hemoglobina.” Antonio Gamoneda
”Cuanto mayor el sufrimiento tanto mayor el poeta. Tanto más duro el trabajo. Tanto más profundo el sentido.” Ernst Herbeck
Pero de mi prosa carente de exclamación, cuya raíz no es ni siquiera identificable, qué esperar? Qué decir?

No supongas. Hay sombras que se ocultan de la noche y de su propia muerte. Duelen los dedos que se obligan al silencio, a desmembrarse granada escondida hondamente en mi pecho dulce. Ausencias que llenarán al cuerpo revelando el espacio y el tiempo.

No alcances ritmo en la lectura. Son verdades conscientes de sus persianas. Adentro no es de noche ni junio, adentro reina una luz artificial tan cruel y circular como los límites de un circo transparente. Se concentra y se desvanece como el vapor en las ventanas.

No te dejes confundir. Hay que ser impermeable al magma. Espectros atentos sobrevolando el margen afectivo sin riesgos, amparados en el privilegio de ser ajenos oyentes. Sé que no es sencillo. El ingenio no se entrega fácil a la indiscreción de las almas.

No seas cómplice de tu ser ingenuo. El espanto lúdico es precioso. Que siga escribiendo es absurdo. Giran filos afeitando a las palabras. Caen gajos. Algunas se doblan entre los espacios. Se esconden del secreto. Otras se alejan. Son las que ya me entendieron el fracaso.

No dejes de juzgar esta catástrofe. Sin juicio no podría liberarme. El caos simulado es esclavo de la trampa. Facilita el desinterés, promueve la humillación, hace nacer al desprecio. Darle tono a la humareda promueve el final del suplicio para volver al origen. A la derrota. Al refugio natural de lo que callo.

No le pidas explicaciones a la angustia. Ella nos tienta a pensar en el desequilibrio. Ocupa el espacio de nuestra necesidad de producir con la inminencia de un castigo horripilante. Hay que abreviar su autoridad. Pobremente soberana en el diálogo ella renunciaría. Dejarla en el silencio hasta que vuelva la calma, que ya no exista la posibilidad de que vuelva a censurarnos.

No practiques la erudición almacén. Es incompatible, no alcanza a reconciliarse con la verdad primitiva. Hay que desvivirlo todo, retroceder, ir hacia el atrás, hacia el fondo de la totalidad de las cosas. Flotando y sin interrumpir la agenda de nuestra oficina cotidiana.

No deconstruyas la mirada ni la respiración. Lo imperfecto siempre se excede quemando los límites hasta que ya no se oye el eco. Quién es la distancia? Nadie más que nosotros atravesando la frontera de los nombres que nos significan ausencia.

No perviertas tu naturaleza. Somos calamidades con una poderosa habilidad intelectual que nos mantiene suspendidos en la tortura interrogativa. Existencias desprovistas por completo de la serenidad suficiente como para concebir una respuesta cualquiera.

Y eso vendría a ser todo, me temo.

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