lunes, 15 de agosto de 2011

Audrey

Autor: Laviga

“No parece que haga mal a nadie; pero casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir.”
F. Kafka


Observemos cómo sus piernas cuelgan desde esa cadera carretel apoyada contra la pared por donde salen los fantasmas. Cuelgan hacia el vacío como antes colgaban sus hilos y ahora todo lo que se le cae. O lo que él deja caer.
No se acerquen. Miren cómo nos desafía a través del cristal.

Hace unos días creímos que había muerto. Dejamos pasar unas horas antes de incinerar los restos, pero al amanecer resurgió, sereno y suave como un puto fénix de las malditas cenizas. Quisimos curar su memoria en ese momento, pero, si antes era mitad monstruo y mitad humano, después de renacer, el humano comenzó a desvanecerse y hoy ya no hallamos más que silencio en su razonamiento.
Observen su plumaje y el brillo de sus dientes. Dicen los cuidadores que antes de dormir los pone en un vaso con licor, pero por el aliento yo digo que debe ser de cerveza.
También fuma. Miren el detalle del amarillo en la mirada. Tiene toda la nicotina adherida a los ojos. Creemos que la usa para camuflarse.
A las sonrisas también las esconde. Las diluye en todo lo que traga hasta llegarlas a la sangre que es donde continuamente las advertimos. Tarde. Como siempre. Como todo.
Por qué razón no quiere que pensemos que cada tanto sonreiría? Un pudor original? Un desquite? Él cree que el amarillo de la mirada lo socorre, pero nosotros las vemos. Nosotros lo sabemos.
Y observen sus manos. Vean. No son armas. Son nada más que dos diccionarios. Las espadas le nacen sólo cuando habla. Como cuando se escribe un silencio y no se oculta que no se dice nada como parte de la queja o como único agravio.
Miren el vaivén, cómo lleva la llaga de una mano hacia la otra. Interesante evolución. Antes de renacer, rebotaba contra las paredes cuando comenzaban las llagas. Un buen rato. Después se relajaba y el alma se le desenroscaba de los dedos. Una vez dormido, todo volvía a su lugar. Ahora, todos los cambios que le suceden durante el día se instalan. Como si en él se estuviera gestando un molde.
Yo les aseguro que no es sencillo sobrellevar la investigación sobre qué es o que será de él. De mis pieles cuelga la culpa, por mi exceso de prudencia o por no haber podido curarlo a través del vidrio.
Yo debí renunciar a entenderlo hace tiempo.
Yo debí dejarlo volar, porque tal vez, tal vez…

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