lunes, 6 de diciembre de 2010

Arrancarse una flor

otra vez la mano
es un adverbio implacable
es la acefalia
la bicefalia
la leche de la cefalea con su plomo luminoso entre las ingles
la araña que cae del cielo con su veneno omnímodo
allí donde brota el cuerpo se hace vidrio
vagamentre traslúcido
lector de arabescos
código que viola al código y busca en la mano creadora
la correspondencia del dolor
con los intersticios con los intestinos
que hay entre los dedos y que forman la capa más superficialmente honda del abrir y cerrar
los ojos de la bailarina que transcurre
por la larga palma del cuello
la que desfila
por la palma del cuello hacia la palma
de la boca que saliva y apaga los dedos
en una sola membrana para nadar en el estanque al ritmo de las púas
mojadas por el viento al que le cede
los pasos diminutos
estambres dentro de la corola ya dispuesta a la quietud
madre del pulso calma cuerda diapasón
silencio de terciopelo que colma su caricia repartiéndola en la concentración
de grandes masas de hielo configurando en la frente lo que la mano dicta a todos los significados

un temblor absoluto degrada el movimiento a la carnosidad de un espacio propuesto por la ausencia
el cerebro en la mano el alma en la mano la bailarina escalando por ambos precipicios
durmiendo al fin
sosteniendo su masa por encima del peso y más abajo de las teclas de la gravedad
hundidas derrotadas

Autor: Swompka

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